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Tras 15 años de relación: “Sólo sé que estoy juntando los pedazos para empezar a reconstruirme”

Actualizado: 9 ago 2021


Después de mucho tiempo, cansada, sin alma, sin fuerzas, sintiendo que lo amas y lo necesitas más de lo que te necesitas a ti misma, llegó el día que algo en mí, logró tener un atisbo de amor propio, dignidad, o instinto de supervivencia no sabría bien que fue, pero en esos 5 minutos mi corazón logró decir: ¡BASTA! Ya no quiero más de esto, duele y duele demasiado, y le pedí que se fuera.


Cuando leía algo sobre los narcisistas, creía de algún modo que una persona así no tendría cabida en mi vida. Con lo desconfiada que soy, me daría cuenta de los encantos y carisma, y no tendría una oportunidad de relacionarse conmigo. Quizás pensaba que leía esa información para descubrir a algún narcisista entre las personas que conocía… después de lograr salir de una relación de 15 años que casi logra destruirme por completo, me di cuenta que tenía a uno a mi lado, me había casado y aún estaba perdidamente enamorada de él…


El comienzo

Cuando lo conocí, ni siquiera era el tipo de hombre que me atraía, pero solo bastó una conversación y nunca más pude separarme de él, era perfecto, como me trataba, como aceptó a mis hijos, me hacía sentir que yo era una maravilla. El hombre más increíble que yo pudiera soñar, y en la cama también. Ni la mejor novela erótica estaba a la altura, de verdad, un hombre completo que me hacía sentir completa.

Nunca me trató mal, pero con el tiempo comencé a darme cuenta que no todo era perfecto como yo quería creer. Descubrí algunas mentiras: una chica del gimnasio me dijo que habían tenido sexo con él un par de veces. Escuché comentarios y chismes que yo interpretaba como envidia. Continué mintiéndome, una y otra vez. Me contaba el cuento de que cualquiera querría estar con él, con lo perfecto que era, y, claro él, hacia su parte, me decía “Amor, ellas me buscan, ellas saben que yo estoy contigo”, eso claramente reafirmaba mi teoría, “eran ellas que querían a mi hombre…”

Después de 5 años viviendo juntos, nos casamos, matrimonio maravilloso, sus hijos, mis hijos, familia y amigos. Él es el tipo de persona que llega a algún lugar y llena todo los espacios: alegre, divertido, simplemente, encantador. Todo el mundo se maravillaba, y yo, lo tenía en un altar más arriba que Dios.


¿El desencanto?

Tres semanas después de nuestro matrimonio me enviaron un mensaje para decirme que fuera a una dirección urgente, era un motel, esperé afuera y a los pocos minutos, a 3 metros de mí, él salía de ahí con una de las invitadas del matrimonio. Me quedé fría, como sin sangre.

Esa noche hablé con él y luego de 45 minutos de negarlo todo y hacerme sentir que estaba loca, lo admitió. Dijo que ella lo buscó y él no tuvo más remedio. Esa vez decidí terminar la relación, muy segura, según yo. Pero no duré una semana sin él, me convenció con un par de frases y unas sesiones de sexo de aquellas. Después de todo: "ellas tenían la culpa, él no era responsable de ser tan increíblemente atractivo”. ¡Qué tonta!, me digo ahora, escribiendo mi historia.

Los años que siguieron no fueron muy distintos, yo justificaba todo lo que hacía, todas sus conductas egoístas. Si él tenía ganas de ir a andar en moto, o a bucear en alguno de nuestros días importantes: cumpleaños, aniversarios, él iba, y me decía: “es que quiero ir” y no había discusión, y yo admiraba eso de él: su naturaleza independiente y libre.

Prefería no saber, pero se fue a bucear cuando mi madre agonizaba, se fue a ver a su mejor amigo justo en un cumpleaños. Con este comportamiento, mis hijos comenzaron a tener problemas con él, porque sólo se relacionaba con ellos para pedirles cosas o hacerles ver cuando hacían algo mal, todos comportamientos de alguien sin empatía.


Un derrumbe que duró 15 años


Hace 3 años cuando yo estaba empezando a sacarme las vendas de los ojos y comencé a ponerle límites, él me dejó. Sin gritos, sin dramas, me dijo que no quería seguir, y yo me derrumbé, bajé 14 kilos, no paré de llorar por 10 días en la cama. Jamás, juro que jamás pensé que llegaría a eso, sentí que me había desgarrado por dentro. Cuando pude levantarme, luego de unos meses, el simplemente volvió y me dijo, “Ya está, ya pasó” y nada más… Y yo como si fuera un gran premio, volví a esa vida y volví con él, sintiendo como que le debía algo. Así pasaron otros 3 años de contarme la misma historia de que “era feliz y afortunada”. Pero no lo era, algo dentro de mí sabía que algo estaba mal. Meses después, tuve (otra) evidencia frente a mis ojos: él salía con otra mujer hace más de un año a la que trataba igual que a mí, hasta le compartía fotos de nuestro hijo. Estaba en una aplicación de citas hace mucho y tenía historias con varias chicas, a todas les había dicho que estaba separado. A todas las hacía sentir igual de especiales que a mí.

Para mí seguía siendo el marido perfecto, y en esta posición continuaba mintiéndome de ser la mujer más afortunada del mundo.


No sé cómo sigue la historia, solo di el primer paso, después de estos 15 años junto a él, no sé dónde quedé yo. Ni siquiera sé lo que me gusta, mi mundo giraba en torno a él y me perdí en el camino. Sólo sé, que estoy juntando los pedazos para empezar a reconstruirme otra vez.



En nuestro blog encontrarás otros artículos relacionados:


-“El encantador narcisista”


-“Violencia de género: no todo está perdido. ¡Reconoce el ciclo y rómpelo! “


¡Te invitamos a leernos y a seguirnos!


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